La palabra de Buddha
Canon Mahayana, Sutras Prajnaparamita, tomo IIB
RESUMEN
Este tomo está ocupado en su totalidad por el Sutra de la Perfección de la Sabiduría en diez mil líneas, pero, también, se extenderá a lo largo de ciento doce páginas más del siguiente volumen.
Todos los sutras del Canon Pali forman parte de lo que sería el primer giro de la rueda del Dharma. Dentro del Canon Mahayana, todos los sutras de la Perfección de la Sabiduría, como el presente, forman parte del segundo giro. Los cuáles explican la vacuidad y la naturaleza sin esencia de todos los fenómenos
Es, en estos estratos, donde el papel del Bodhisattva compasivo con una mente puesta en la iluminación, alcanza la preeminencia sobre los sravakas y los pratyekabuddhas de menor logro. Este mensaje que es central se integra en la verdad relativa y en la verdad última, reiterando que los Bodhisattvas deben esforzarse por alcanzar la budeidad manifiestamente cabal, con el fin de eliminar los sufrimientos de todos los seres sintientes, en lugar de, simplemente, terminar su personal existencia cíclica para culminar su propio bienestar; aunque desde una perspectiva última, no haya fenómenos con seres sintientes y sin el logro de la budeidad manifiestamente cabal.
Particularmente en este sutra, se lleva a cabo una deconstrucción implacable de todas las elaboraciones conceptuales con respecto a los fenómenos, a las experiencias meditativas e, incluso, a los atributos causales y fructíferos característicos del camino del Bodhisattva, que se encuentran enfatizados explícitamente a lo largo de esta obra.
En lo que respecta a las características doctrinales, se puede decir que, los primeros catorce capítulos abordan la comprensión teórica de todos los fenómenos, que es el primer objetivo a realizar. Saradvatiputra (mismo que Shariputra) actúa como el interlocutor del Señor Buddha en los primeros nueve capítulos; mientras que, Subhuti hace su aparición a partir del décimo capítulo.
En respuesta a una pregunta sobre qué es la perfección trascendente de la sabiduría que los Bodhisattvas deben perfeccionar, el Señor Buddha responde que es la ausencia de fijación con respecto a todos los fenómenos, a todas las experiencias meditativas, a todas las causas, a todos los atributos causales adquiridos por los Bodhisattvas; a todos los atributos fructíferos manifestados por los Buddhas y a todos los logros, hasta incluir a la omnisciencia; lo mismo que, a todos los fenómenos incondicionados, como la naturaleza permanente de todas las cosas y la finalidad de la existencia. Estos son todos los atributos con respecto a los cuales, un Bodhisattva Mahasattva debe cultivar el desapego. Quien percibe los fenómenos claramente, pero, sólo en el nivel relativo; porque, en un sentido último, ellos los consideran ilusorios, a la manera de un sueño.
La fijación, entonces, puede sobrevenir cuando esos fenómenos y atributos se consideran como permanentes o impermanentes, como propicios para la felicidad o el sufrimiento. con un yo o sin éste, con vacuidad o plenitud, con signos o sin éstos, teniendo o careciendo de aspiraciones, tranquilos o no tranquilos, nulos o no nulos, afligidos o purificados, surgentes o no surgentes, cesantes o incesantes y como entidades o no entidades. Las mentes engañadas verían estos fenómenos y atributos como absolutamente existentes, mientras que, los Bodhisattvas deben entrenarse para comprender que todos son inaprehensibles, que son meras designaciones y conceptualizaciones.
Los Bodhisattvas no consideran si están o no comprometidos en unión con todos esos fenómenos y atributos. Debido a la vacuidad de la definición intrínseca, las características no se asocian a nada ni se disocian de ninguna otra cosa. No consideran si ciertas cosas están conectadas con otras, porque nada está conectado con algo más. En efecto, la naturaleza de los fenómenos es la vacuidad de lo que no surge ni cesa, de lo que no es afligido ni purificado.
Los Bodhisattvas se acercarán a la omnisciencia logrando la pureza completa del cuerpo, del habla y de la mente, así como, la libertad con respecto a los estados mentales afligidos y, luego, llevarán a todos los seres sintientes hacia la maduración, hasta que éstos alcancen la budeidad manifiestamente cabal. Los Bodhisattvas que practican la perfección trascendente de la sabiduría de esta manera, perfeccionarán todas las demás perfecciones trascendentes, mediante las cuales, alcanzarán la iluminación genuinamente perfecta. Dado que los fenómenos son invariablemente no aprehensibles y que las nociones sobre estos también deben ser tratados de la misma forma, es que surge la pregunta: ¿cómo podrían las designaciones de los fenómenos constituir un Bodhisattva?
La respuesta es evidente: el término Bodhisattva no tiene sentido, no existe, tal como no existe un sueño o como no existen las huellas de un pájaro en el cielo. Al igual que las nociones de un Buddha, la moralidad degenerada, la distracción mental, la estupidez, la no liberación y las percepciones erróneas, porque ninguna de éstas, posee fundamento. La noción de un Bodhisattva permanece en la perfección trascendente de la sabiduría y, por lo mismo, también, es inexistente; porque todos los fenómenos y los atributos no tienen fundamento, ni unidos ni separados, todos son inmateriales, no revelados y sin obstrucciones. Su única característica definitoria es que carecen de definición y de la más mínima característica. Sin embargo, es solo cuando los Bodhisattvas que se han entrenado en la perfección trascendente de la sabiduría, sin aprehender nada, es que éstos podrán alcanzar la omnisciencia.
Los Bodhisattvas no cualificados y sin un maestro auténtico, tendrán miedo cuando escuchen todo esto, pero, con la habilidad en los medios diestros, ellos discernirán que todas las cosas son impermanentes y, así sucesivamente, no los aprehenderán. Atentos, sin aprehender ninguna cosa, sin supuestos dogmáticos, discernirán que todos los fenómenos y los atributos están incluso vacíos de su propia vacuidad. Así es que, aquellos que buscan perfeccionar las perfecciones trascendentes para comprender todos los fenómenos, tienen que abandonar todos los estados mentales afligidos, así como todos los grilletes latentes, todos los impulsos y las obsesiones, para poderse entrenar en la perfección trascendente de la sabiduría.
Los mentores espirituales auténticos son aquellos que, enseñan sin aprehender ninguna cosa, porque todos los fenómenos son impermanentes y, por eso, pueden dedicar sus raíces de virtud, exclusivamente, a la omnisciencia. Al alentar a los Bodhisattvas a cultivar los atributos causales y fructíferos, ellos enseñan, sin aprehender nada, que todas las cosas son nulas.
Sin embargo, si los Bodhisattvas cultivan las perfecciones trascendentes y las aprehenden y les ponen atención a los atributos causales y fructíferos, harán suposiciones y caerán en las manos de otros que los disuadirán acerca del camino, sobre la base de que las perfecciones trascendentes son las no canónicas, ilusorias fabricaciones de poetas y de fuerzas malignas. Mara, incluso, podría mostrarse con la apariencia de un Buddha para disuadirlos de practicar las perfecciones trascendentes o persuadirlos para que no se vuelvan Bodhisattvas irreversibles o, incluso, para que el logro de la budeidad manifiestamente cabal les sea, en sí misma, imposible.
Por otro lado, cuando los Bodhisattvas enseñan sin aprehender nada, para que los seres sintientes puedan abandonar su nihilismo y sus puntos de vista eternalistas o sus nociones equivocadas sobre los fenómenos o sobre los atributos causales y fructíferos; todo esto indicaría, que sí tuvieron un auténtico maestro.
Si lo anterior no se logra, entonces, quedará de manifiesto la inmadurez de un Bodhisattva, que se mostrará por su incapacidad para no aferrarse a los fenómenos y el resultado final será su retroceso, no logrando entrar, por ello, en la madurez de los Bodhisattvas. Así, no cualificados en las perfecciones trascendentes, en su lugar, actualizarán los logros menores, anhelando las enseñanzas de los sravakas y de los pratyekabuddhas, porque quedarán fijados en las nociones de que todos los fenómenos y los atributos causales y fructíferos son impermanentes.
Por otro lado, los Bodhisattvas hábiles, no hacen suposiciones sobre ninguna cosa, ni siquiera sobre la mente iluminada, porque la naturaleza intrínseca de sus mentes es la luminosidad y, por eso, carecerán de estados mentales afligidos, de obsesiones, de grilletes o de impulsos latentes. Así como esta luminosidad natural de la mente es inmutable y sin nociones conceptuales, también, lo serán todos los fenómenos, los atributos causales y los fructíferos y, también, los logros inmutables, pues, todos carecen de nociones conceptuales. Así, lograrán la cultivación de las perfecciones trascendentes, las cuáles, desarrollarán hábilmente mediante el discernimiento, sin aprehender ninguna cosa; y, no se aferrarán de ninguna forma, a los pensamientos de avaricia, a los de moralidad degenerada, a los de agitación, a los de indolencia, a los de distracción ni a los de estupidez, pues, todas éstas son no entidades.
Todo esto caracteriza la madurez de los grandes seres, los Bodhisattvas que avanzan en el camino hacia la iluminación. Nadie puede superarlos y nunca retrocederán ni se empobrecerán. Ellos percibirán a numerosos Buddhas y escucharán sus sagradas enseñanzas, pero, sin nociones conceptuales.
Siempre que los Bodhisattvas practiquen cualquiera de las seis perfecciones trascendentes y se pongan la gran armadura por el bien de todos los seres sintientes, también, se comprometerán con todas las otras cinco perfecciones trascendentes. La generosidad que practiquen se caracterizará por la ausencia de un dador, por la ausencia de lo donado y por la ausencia de un destinatario, porque todos éstos serán inaprehensibles; su disciplina ética se caracterizará, por la carencia de fascinación por los logros inferiores; su tolerancia se caracterizará, por la resistencia y la confianza; su perseverancia se caracterizará, por la infatigabilidad, por la implacabilidad y por la tenacidad; su concentración meditativa se caracterizará, por el desinterés por las metas menores; y, su sabiduría se caracterizará, porque comprenden la naturaleza ilusoria de todos los fenómenos. Cuando los Bodhisattvas practican estas seis perfecciones trascendentes, logran y mantienen varios estados meditativos, repletos de los signos apropiados de una práctica exitosa y, luego, cuando alcancen la omnisciencia, surgirán de estos estados y los comunicarán con éxito a los demás.
Cuando estos comprenden los aspectos de la vacuidad y practican las perfecciones trascendentes sin aprehender nada, ellos no aprehenden las perfecciones trascendentes ni a sus cultivadores. En cambio, ellos cultivan todos los atributos causales y fructíferos con el fin de poner fin al cultivo y lo hacen sin aprehender nada: porque todos los seres son no aprehensibles. Por eso, es que el término Bodhisattva se entiende como una mera expresión convencional, tanto como lo son todos los fenómenos, todos los atributos causales y los fructíferos y todos los logros. Por ello, a pesar de todas sus victorias, los Bodhisattvas no tienen ninguna idea sobre lo que el término significa.
Los Bodhisattvas, debido a todo esto, deben ponerse la armadura de las perfecciones trascendentes, los atributos causales y fructíferos y todos los logros y, luego, enviar sus emanaciones y sus recursos para beneficiar a todos los seres sintientes. A la manera de un ilusionista, ofrecen recursos para los necesitados, parecen establecer a otros en acciones virtuosas, exhiben tolerancia cuando son atacados por asaltantes imaginarios, animan a otros a perseguir los caminos virtuosos con perseverancia, establecen a otros en la concentración meditativa y no aprehenden nada que surja, que cese, que aflija o que esté purificado. La realidad de la ilusión es la realidad de todas las cosas. Manteniendo las perfecciones trascendentes, establecen a los seres sintientes allí, hasta que ellos, también, hayan alcanzado la budeidad manifiestamente cabal. Y, sin embargo, los Bodhisattvas deben saber que están buscando una armadura inexistente, porque todos los fenómenos, los atributos de los Bodhisattvas e, incluso, la misma gran armadura está, inherentemente, vacía.
Saben que la omnisciencia es increada e incondicionada, como lo son los seres para quienes los Bodhisattvas se ponen la gran armadura. Parecidas a los sueños, todas las cosas están libres y no liberadas. Aunque los Bodhisattvas pueden refinar los cinco ojos hasta obtener los frutos del estado de un Arhat, la iluminación individual o la budeidad manifiestamente cabal, no deberían detenerse en nociones que sean aprehensibles. Por eso, los Bodhisattvas no capacitados, que recurren a las nociones como “yo” y “mío”, no alcanzarán la omnisciencia. De la perfección trascendente de la sabiduría nadie se puede apropiar, debido a la vacuidad de su existencia inherente. Por lo tanto, los Bodhisattvas deben determinar que todas las cosas están vacías de existencia inherente y sin experimentar un estado mental errante.
Este amplio e indefinible método de los Bodhisattvas conocido como el “mándala de la estabilidad meditativa de la no apropiación” es desconocido para otros. Pero, debido a éste, los Bodhisattvas, no desarrollan apropiación con respecto a ninguna cosa, ni a la inexistencia de la transmigración en el momento de la muerte, porque éstos no hacen nunca suposiciones.
En cambio, determinan que, debido a la vacuidad y a la ausencia de objetivos, los referentes denotan la perfección trascendente de la sabiduría. Si los Bodhisattvas no se desaniman cuando toman esta determinación, nunca serán separados de la perfección trascendente de la sabiduría. Y, al emprender este entrenamiento, siempre alcanzarán la omnisciencia.
Los Bodhisattvas no deben detenerse en nada ni en ninguna noción acerca de cómo podrían perfeccionar las perfecciones trascendentes y, así, establecer a innumerables seres en la iluminación genuinamente perfecta. Al igual que cuando en un sueño se ve a un Buddha enseñando, no se dice ni se escucha nada en absoluto, porque todas las cosas son como sueños y porque la iluminación de los Buddhas es inefable. Nadie que busque actualizar los frutos del logro puede hacerlo sin aceptar que los fenómenos son no surgentes.
Cuando los Bodhisattvas han escuchado esta perfección trascendente de la sabiduría, las fuerzas malignas existentes tratarán de dañarlos, pero, en vano, porque todas las cosas carecen de existencia inherente. Desde los Bodhisattvas que cultivan los pensamientos de amor, de bondad, de compasión, de alegría empática y de ecuanimidad hasta todos los seres sensibles que son objetivo de su generosidad, no hay nada que pueda ser aprehendido y, por eso, no morirán en circunstancias desfavorables, porque proporcionan a todos los seres sintientes una felicidad genuina y se ganan su respeto. Dependiendo de tales Bodhisattvas, las diez acciones virtuosas, las experiencias meditativas, los atributos causales y fructíferos y los logros llegarán a manifestarse con toda plenitud.
La perfección trascendente de la sabiduría ilumina y disipa la ceguera de los estados mentales afligidos y todas las opiniones falsas debido a su absoluta pureza. Asegura la felicidad demostrando el camino a los descarriados. Por eso, es que la omnisciencia es la madre de todos los Bodhisattvas, porque genera todos los atributos de un Buddha. Así como en el caso de los ciegos que no pueden moverse sin un guía; las otras cinco perfecciones trascendentes no tienen margen para alcanzar la omnisciencia si no es con la guía de la perfección trascendente de la sabiduría. Sin embargo, esta perfección se actualiza, debido a la no actualización de todas las cosas, porque son no surgentes, son no aprehensibles y no se desintegran. No se lograría nada en absoluto si la perfección trascendente de la sabiduría no se establece por encima de todo, de una forma no aprehensiva; si no es así, ni siquiera se podría lograr la omnisciencia. Debido a esto, los Bodhisattvas no subestiman la perfección trascendente de la sabiduría. Aquellos que la retengan, nunca deben separarse de ésta. Quienes se comprometan a escribirla en la forma de un libro y a hacerle ofrendas, acumularán ventajas en esta vida y en la siguiente. Siempre estarán protegidos, todos se regocijarán con ellos y serán capaces de rechazar todas las refutaciones.
Dado que los Bodhisattvas han venido a este mundo habiendo hecho ofrendas a innumerables Buddhas, cuando ven u oyen la perfección trascendente de la sabiduría, ellos se dan cuenta de su presencia, por su ausencia de signos, por su carencia de enfoque y de su no dualidad. Todos los fenómenos, los atributos causales y fructíferos y los logros no están ni encadenados ni liberados, ya que su expresión natural permanece inalterada. Todas las cosas son puras debido a la pureza indivisible de los seres sintientes y de los estados mentales afligidos. Esta pureza no está sujeta a aflicción debido a la naturaleza de la luminosidad de todos los fenómenos, de los atributos y de los logros. No se alcanza ni se manifiesta realizada y no ha sido actualizada. Tampoco es esta pureza consciente de cualquier cosa, debido a la vacuidad de la existencia inherente. La perfección trascendente de la sabiduría no ayuda ni obstaculiza a la omnisciencia y no se apropia de nada en absoluto.
Para poner en uso todo lo leído anteriormente, el lector podrá comprobar a lo largo de todo el texto, que se presenta en este tomo, Buddha responde, con una paciencia infinita arraigada en su gran compasión, a las preguntas repetitivas de sus discípulos. Pero, él no nos responde así únicamente a través de su Dharmakaya, sino que lo hace, también, a través de las interacciones con los demás, a través de los acontecimientos, una y otra vez, como un terapeuta del sufrimiento, invitándonos a dar el salto desde el amor mundano al amor supramundano. Su intención no es que hagamos una comprensión racional acerca de lo que nos pasó a lo largo de nuestra historia traumática, semi-olvidada y semi-recordada compulsivamente, para mostrarnos el camino hacia una autocuración que nos permita, finalmente, la desobstrucción de nuestros agregados psicofísicos. Su propósito es otro: sabe que no basta que un mensaje sea reconocido, sino que, debemos recibirlo de una forma que nos aliente a experimentar todo según modalidades nuevas. En otras palabras, la intención búdica es que aprendamos a no quedarnos con la “verdad”, sino a avanzar hasta presentificar su eficacia en acciones concretas y continuas en nuestra vida cotidiana.
Por ello, resulta muy pertinente traer a colación la alegoría completa citada por un experto en terapia de familia:
“Un granjero tenía un asno que al parecer hacía cuanto le pedían. Le ordenaban detenerse y el asno se detenía. Le decían que comiera y comía. Cierto día, el granjero lo vendió. Y ese mismo día, el nuevo dueño vino al granjero con esta queja: ‘Este asno no quiere obedecerme. Uno le dice que se siente, se detenga, que coma y nada. Para mí no hace nada’. El granjero tomó un látigo y azotó al asno. ‘Obedece -explicó-, pero, primero, es preciso llamarle la atención”.
Igual que al asno, los seres humanos requerimos que se nos llame la atención. Porque, también, tenemos una sensibilidad auditiva discriminatoria, que presenta campos de sordera selectiva, regulados por nuestras historias particulares. Para poder vencer esas “zonas de sordera”, el terapeuta debe hacer algo similar a lo que hace el granjero del relato: Llamar la atención. “Repetir el mensaje” es, específicamente, ese medio diestro, usado mayéuticamente por Buddha en este Sutra, para llamarnos la atención y hacernos nacer de nuevo, funcionando él mismo, como un liberador efectivo que nos conduce a la emancipación de la tiranía de nuestros deseos, volviéndonos en los arquitectos de nuestra serena aceptación con respecto a que los fenómenos no surgen ni cesan.
El Maestro hace uso de esta repetición, para incrementar las posibilidades de que retengamos los puntos importantes de su Enseñanza. Esta repetición es una estrategia que aumenta el chance de superar nuestra sordera y nuestra estupidez. Pero, en muchos casos, éste no usa, simplemente, una reiteración calcada, sino que modifica los enunciados, de tal manera, que se captan, luego, como algo sutilmente diferente, posibilitando que el mensaje pueda, incluso, comprenderse mejor. Es obvio que este mensaje no tendría ningún efecto en las creencias y en el modo de vida de los oyentes, si estos olvidaran lo que se les ha dicho. Pero, si se les da énfasis especial a ciertas ideas, probablemente seguirán pensando en ellas y, sobre todo, se sentirán proclives a indagar, en la práctica, si lo que oyeron era verdad.