La palabra de Buddha
Sutras Proto-Mahayanas, tomo IB
Resumen
En este segundo tomo de los Sutras Proto-Mahayana se encuentran otros siete sutras (para sumar veintitrés), con los cuáles, se completa en un 85% los que los expertos consideran que han sido los producidos durante este período de transición.
La secuencia de los sutras contenidos en este tomo intenta apegarse a un ordenamiento según antigüedad, el cual, no es nada preciso debido a que, con mucha frecuencia, los rangos temporales que se dan para la aparición de un texto son bastante amplios. Es innegable que debió existir un proceso evolutivo de las ideas proto-mahayanas, pero, éste, en realidad, no se ha establecido, especialmente, porque las innovaciones doctrinales no eran socializadas en forma amplia. Por lo tanto, la secuencia ofrecida no significa nada desde esta perspectiva. Aunque nadie podría rechazar que los votos pratimoksa y la práctica ascética y moral son un eje común para todos estos textos y son planteados, meridianamente, como un punto de partida.
Esto es, particularmente cierto en “Las Preguntas de Rastrapála”, donde el Bendito aporta respuestas muy clarificadoras acerca de cómo los monjes no deben provocar el declive de sus enseñanzas. Para lo cual se debe practicar una dedicada disciplina moral, basada en los votos, la que debe impulsar, espontáneamente, el deseo de alcanzar una iluminación perfecta e insuperable, para dedicarla, después, completamente, a la salvación de todos los seres sintientes.
Cuando realizamos, más adelante, la lectura del Sutra de la Contemplación del Buddha Amitabha, comprobamos que no sería posible lograr la contemplación del Señor, si no se practican ejercicios ascéticos de contención que produzcan hombres y mujeres virtuosos, que tengan el deseo de nacer en el paraíso de este Buddha. Nunca podrían tener acceso a este maravilloso lugar, aquellos que conserven corrupciones en sus puntos de vista, en sus pasiones y en la concepción de los variados seres y, también, que les falte fe en el karma.
Luego, al enfrentarnos al primer sutra del Shurangama Samadhi, pronto encontramos una gran coincidencia con el sutra anterior: “aquellos que no han plantado buenas raíces y que no han generado la buena intención de lograr resultados insuperables y una iluminación perfecta en nombre de los seres sintientes” no podrán ver a los Buddhas cara a cara. El Bodhisattva Mente Resuelta le pide, por eso, al Bhagavan que le enseñe un samadhi para manifestar asuntos meritorios sin entrar en el nirvana. A lo que el Buddha responde que, “ese samadhi es el de la marcha heroica, por medio del cual, los Bodhisattvas serán capaces de manifestar un parinirvana sin sufrir la extinción eterna, capacitándolos para llevar a cabo las prácticas puras con las que podrían enseñar a los seres sintientes para conducirlos a la otra orilla”. Adicionalmente, el Bendito le dice que, “todos los dharmas están vacíos, que son como fantasmas y que solo existen en conjunto entre sí. Al aceptar y practicar esto, todos los dharmas contribuyen a la iluminación”. Finalmente, el Perfecto no deja de señalar que la base esencial para residir en este samadhi es la práctica de sila-paramita, pues, solo así, el Bodhisattva puede estar listo para el ejercicio de la caridad sin buscar algún tipo de falsa riqueza. Por eso, sabiendo que los dharmas siempre tienen la característica de la meditación, deben enseñar a los seres sintientes que no hay confusión con respecto a los dharmas, para que asuman la responsabilidad de que cada quien es el que permite la confusión en su propia mente. Al asumir esto, los Bodhisattvas y los seres pueden ejercitarse con éxito por medio de la meditación para no percibir más la esencia de las aflicciones.
El siguiente sutra que aparece en el horizonte es la segunda versión del Shurangama Samadhi. Este un texto hermoso porque permite profundizar en la relación entre Ananda y el Buddha, en la que es inevitable identificarse con el primero, debido a sus debilidades y a la tardanza para lograr la iluminación, lo que lo hacía experimentar mucha vergüenza y tristeza debido a lo trabada que estaba su mente, porque seguía permitiéndose la corrupción ontológica de los seres y, también, la de los fenómenos y de muchos dharmas. Pero, por otro lado, esta historia alienta a todos los que avanzamos muy despacio por el Camino, por la paciencia infinita y la gran compasión del Bendito hacia Ananda, ejemplificada en las siguientes expresiones: “tú y yo somos de la misma familia y tenemos sentimientos por esa relación” [y, por eso,] “ahora estableceré para ti y para las diez direcciones, la gran bandera del Dharma, para que todos los seres vivos puedan compartir esta maravillosa esencia, [para que] se purifiquen sus corazones y [se] mantenga la pureza en sus ojos”. Cuando, finalmente, Ananda logra aclarar su mente y alcanza el despertar, lleno “de júbilo y tristeza”, le pide al Buddha, “al Gran Compasivo”, que le explique cómo podría generar que los seres sintientes residan pacíficamente en el bodhimanda, lejos de la influencia de los demonios y que sean irreversibles e inalterables en su resolución para la Bodhi. Este es el legado de Ananda para todos los seguidores del Buddha y un ejemplo magnífico de su gran compasión. Y, es, al mismo tiempo, una forma de representar la deuda infinita de amor que todos tenemos con cada uno de los seres, tanto que sigamos en el samsara como que hayamos podido trascenderlo.
A lo largo de los tres últimos sutras de este volumen, nos encontraremos, primero, con “Las Preguntas de Druma”, que pesar de su lenguaje abstracto y paradójico, es festivo y su narrativa es entretenida y eufórica; pero, luego, nos encontraremos con el de la “Moralidad del Laico” que, muestra en cambio, un ambiente contrario, pues, está dominado por las nada emocionantes tipificaciones legales de las faltas y sus respectivas consecuencias kármicas; y, finalmente, nos encontraremos con el “Sutra de la Contemplación del Encuentro Cara a Cara con los Buddhas del Presente”, el cual, nos presenta los pasos de una absorción meditativa, de una manera muy detallada; y, durante su exposición, el propio Buddha lo describe como la esencia del Gran Vehículo, explicando, al mismo tiempo, que esta técnica es la forma de poner en práctica la trascendencia de la conceptualidad; al punto que, tampoco, a la talidad de la budeidad se le puede encontrar un precursor identificable y, por ello, mucho menos se le podría hallar a cualquier otra causa o fenómeno. Esto, nos permite concluir que, la paz que es la budeidad no puede ser contenida en ningún otro concepto, pensamiento o reflexión con respecto a la realidad y, por lo mismo, es solo mediante el entrenamiento en la absorción de la determinación milagrosa de la paz, cómo los Bodhisattvas pueden realizar ese estado.
Se dice que, después de abandonar el ascetismo severo, Gautama se baña en el río Neranjara, come lo que le ofrece Sujata y después de vagar por Uruvela, decide sentarse bajo el árbol bodhi y durante el primer tercio de la noche, su atención se dirige hacia la sucesión de nacimientos y muertes que habían tenido lugar a lo largo de sus innumerables existencias; y, es gracias a esta contemplación que, “la vida y la muerte aparecen y se desvanecen como burbujas en la superficie de un río”; y, cómo podemos clarificar nuestra mente, dándonos cuenta de que los dharmas no surgen ni se extinguen.
Es evidente, entonces, que el “Sutra de las Preguntas de Druma” está a tono con el gozo que ocurre después de la liberación de todo sufrimiento e insatisfacción. Pero, para que nosotros podamos seguir al Buddha más adelante, es necesario contemplar lo que le ocurre a éste en la segunda parte de la noche, porque aquí se encuentra nuestra mayor dificultad. Se dice que, en esta parte de su absorción meditativa, ya “abolida toda conciencia de su personalidad, se elevó mediante el espíritu sobre el mundo y visualizó el torbellino del samsara”. Vio, en ese momento, a los seres nacer de los seres; a los pecados, de los pecados; a las virtudes, de las virtudes y, con ello, por su infinita compasión, nos tomó de la mano y nos enseñó la disciplina para ayudarnos a ser “autocontrolados, restringidos, pacientes y gentiles”, porque solo así podríamos mantener intacto el linaje de los Tres Tesoros.
Al final, en la tercera parte de la noche, reconoció “el extravío de los seres sumidos en el ciclo de los renacimientos sin fin, se liberó de todas las ataduras de la existencia material y obtuvo ese estado de claridad absoluta y trascendente que es la Iluminación”.
Con estas subsiguientes palabras se cierra el círculo de la sabiduría: Partiendo de la naturaleza impermanente e insustancial de la existencia, intuimos el verdadero gozo a través de los cinco agregados, junto con Druma, en el contexto de la presencia del Buddha y de la ambientación musical; y, afirmamos que, todos los fenómenos son lo mismo: “separados, pacíficos, vacíos, inmutables y primordialmente puros”; “que todos los seres son no-seres, inexistentes como las palabras del Dharma”; “que todas las aflicciones son no aflicciones y que se derivan del nudo de una percepción equivocada”. Y, por otro lado, con Sujata, insistimos, practicamos y sin abandonar, aprendemos el dominio de los sentidos, del pensamiento y de las emociones y, finalmente, “siguiendo la práctica de los Bodhisattvas, cultivamos un corazón de amor y compasión, de concentración y de clara visión y, de esta forma, todas nuestras acciones realizadas con el cuerpo, la palabra y la mente son beneficiosas para todos los seres vivos”, haciéndose posible que estemos cara a cara con los todos los Buddhas del presente, en una comunión de paz.