Asusto
Sin más que decir, le invito a que apague la luz, que sustituya las pantallas por la cálida llama de las velas y a sentarse con los suyos a vivir este relato como lo habrían hecho nuestros abuelos alrededor del fogón, tanto tiempo atrás.
Deje que los espantos se apoderen de sus sentidos, siempre bajo el confortable refuerzo de que esto no es más que una simple historia de que nada de lo ocurrido en ella es real. ¿o quizás sí?