¿Y dónde queda el final feliz?
Preguntarse por los finales felices, es decir cuestionar dónde es que quedan aquellos finales con los que terminaban algunos de los relatos clásicos como “y vivieron felices para siempre” o “y fueron felices y comieron perdices”, es una manera de desplazar el sentido tradicional del género narrativo que denominamos cuento o relato. Se trata de cuestionar el canon y jugar con otras posibilidades menos gratas y desenlaces no convencionales que van más allá de las promesas de un hipotético y eterno futuro acogedor, ideal y
placentero.
Los trece cuentos que conforman este conjunto titulado ¿Y dónde queda el final feliz? revelan ese cuestionamiento a partir de algunas situaciones ficticias que bien se pueden derivar de cualquier evento que puede ocurrir en la realidad.
Nicole Cisneros juega con voces, personajes, argumentos y circunstancias diversas y entretenidas y explora las posibilidades del género narrativo, a veces de manera introspectiva, mientras que otras veces más bien anecdótica y en otras también humorística.
Las voces narrativas en cada uno de los cuentos deambulan en espacios variados como autobuses, comercios, oficinas, lugares oníricos, un juzgado que bien puede ser el consultorio de algún terapeuta, entre muchos otros. A partir de estos espacios se despliegan situaciones diversas, sensaciones que tienen que ver con el cuerpo y los malestares corporales; la cotidianidad y las reflexiones sobre el devenir de la vida y la rutina; el destino, los horóscopos y el azar; los encuentros y desencuentros; la madurez, los deseos, el amor y el sexo; los sueños y las situaciones ficticias que tropiezan con la realidad.
En buena parte de los relatos resulta significativa la recurrencia a fechas, con sus meses y sus días, pues este recurso implica la inserción de personajes y sus vicisitudes en ciertas coordenadas temporales que se plantean ambiguamente; este recurso puede resultar una clave narrativa que sugiere que las situaciones narradas, aunque ficticias, pueden estar arraigadas en alguna circunstancia ocurrida en la realidad, pero distorsionada o suspendida en el tiempo.
En cada una de estas situaciones relatadas su autora evidencia un particular manejo del lenguaje y de las estructuras de la narración. En cuanto a la organización formal, el conjunto de relatos muestra formas heterogéneas como el diario íntimo; el diálogo más orientado hacia la conversación casual o circunstancial; el monólogo interior o los soliloquios; la disposición de los párrafos de manera errática a lo Oliverio Girondo. Por otra parte, también se evidencian juegos con las estructuras internas de los párrafos en los que echa mano de los signos de interrogación, admiración y los puntos suspensivos de modo singular y, además, se lleva a cabo un particular uso de las tipografías itálicas para lograr un carácter, a veces oral, en los diálogos o los soliloquios y las introspecciones.
Los relatos que conforman este conjunto proponen que un final feliz corresponde al ámbito ficticio, mientras que el otro, el final no feliz, pertenece al ámbito de la realidad. A partir de las posibilidades que le permiten los espacios, las situaciones, las palabras y las estructuras del relato, la narración envuelve y se deja fluir hacia temas y cuestiones que tienen que ver con la vida, la cotidianidad, la rutina, la existencia, el amor, la feminidad, la sexualidad, los sueños, el azar, el destino, el tiempo, entre otros.
La pregunta que lleva por título este conjunto de relatos ¿Y dónde queda el final feliz? cuestiona realmente si aquellos finales eternos de ensueño son en realidad posibles. Las respuestas a esta interrogante se presentan a manera de exploraciones narrativas que proponen que los finales felices se quedan en el ámbito de la ficcionalidad mientras que los otros, los no
felices, sí se quedan aquí, suspendidos en el mundo de las cotidianidades.
-Leonardo Sancho Dobles