Iceberg
Armando rompecabezas genealógicos y corporales con sus palabras, Iceberg explora perspectivas frescas e íntimas sobre la enfermedad, la maternidad, las expectativas imposibles de la juventud y los mal llamados “techos de cristal” de la madurez. Como un mapa, la obra orienta al lector por depresiones y montañas. Cada paso que leemos —que tomamos— es una curva en el camino, donde se respira, se ahoga y se llora. El lector se encarna en el texto y en sus espacios. El frío polar que nos suspira Iceberg es un reflejo de la crudeza, pero al mismo tiempo de la mesura de estos poemas. Nos enseña el poder del silencio frente al bullicio cotidiano. La poesía de Castresana es de reconquista, y le otorga agencia al yo lírico frente a temáticas que a menudo solo se observan desde el exterior.