Reseña

Diría que todo comenzó en aquella cafetería, faltando un cuarto para las seis. Nunca fui bueno para calcular la hora, solo he podido medir el tiempo en razón de tu ausencia. Para ti era una tarde de café nada más, aunque para mí podría ser un sinfín de cosas; y es irónico pensar que los anhelos que mueren al alba nunca ha sido tema de ficción. Nos conocemos… ¡por supuesto que nos conocemos! Siempre ha sido un poco de ti y algo de mí; más de mí, pero no es un debate, a veces hay que buscar la simplicidad a las cosas, ser pragmático; pero, ¿seré capaz de decir la palabra prohibida delante tuyo? Espero que aún te acuerdes de esa persona especial frente al espejo… tiendes a olvidarte de ella. No pensé que nos volveríamos a ver, es inexplicable cómo el azar urde algo como esto; incluso he imaginado una de las diversas charlas… ¡Por Dios, me está comiendo la ansiedad! Las nubes están tenues, es propio de la época de invierno; se parece mucho a aquellas ocasiones en las que discutimos… mi secreto era tener un chocolate cerca que finiquitaba agravios fulminantes; y es que tus anteojos, que eran como un antifaz, resaltaban tus ojos, esos ojos que no me saco de la cabeza. La ciudad iba cambiándose a ropa de gala mientras el sol, enrojecido, se iba desdibujando. Sé que vas a llegar, estoy seguro de que vas a llegar… pero ¡qué tarde es!