Una niña llamada Ana
En medio de la más brutal persecución del régimen nazi contra millones de judíos durante la Segunda Guerra Mundial, la familia de Ana Frank y cuatro personas más se dieron a la tarea de ocultarse en un refugio clandestino en la ciudad de Ámsterdam, a la espera de que la guerra terminara y evitar así el horror de los campos de concentración al que fueron sometidos aquellos que tristemente no pudieron escapar. Ese es el contexto en el que se desarrolla la pieza dramática Una niña llamada Ana. La obra, que nos propone la coexistencia de dos Anas, (la que nos muestra su lado más cotidiano, y la que se esconde y reflexiona consigo misma), alcanza una dimensión insospechada cuando nos deja ver ese ser poético que lucha incansablemente para no dejarse abatir por la realidad absurda de una guerra sin sentido.
Con su legado, Ana Frank nos recuerda que la responsabilidad de construir un mundo mejor en el que todos convivamos armónicamente en paz, sin distingo de raza, credo o nacionalidad, sigue estando en nuestras manos a la espera de que en un futuro cercano lo podamos alcanzar.